SOMOS LO QUE PISAMOS
El entorno en el que vivimos tiene que albergar un montón de funciones: habitacionales, productivas, ocupacionales, educativas, comunicación y transporte, religiosas, ocio, etc…todos estos usos cohabitan en nuestro espacio existencial.
Con el desarrollo industrial y el rápido proceso de urbanización, las superficies que habitualmente pisábamos se han ido transformando radicalmente: cemento, hormigón, asfalto, pavimentos de piedra, pizarra, etc. Pensemos también en el ámbito doméstico: obviamente ya no hay suelos terreños, y cuando hay entarimados de madera es sobre forjados de hormigón…
Pero, ¿estamos diseñados para pisar siempre suelos duros y rígidos? Algunos estudios médicos empiezan a dar la voz de alarma. Desde los orígenes nuestros pies, tronco, columna vertebral, articulaciones, etc. han evolucionado en función de las superficies que pisamos: duras (piedra) y blandas (arena, tierra, barro, hierba, etc.). Desde que el homínido bajó de los árboles y se convirtió en bípedo ha transitado por todas estas superficies, con un predominio, al menos hasta hace sólo unas pocas décadas, de las superficies blandas o semi-blandas. Hasta hace muy poco, en nuestro mundo apenas hubo lugar para la rigidez.
Entonces, ¿estamos adaptados para pisar suelos duros y rígidos la mayor parte del tiempo de nuestras vidas?; ¿cómo es nuestra percepción ante los pavimentos duros y uniformes?; ¿debemos integrar más suelos blandos en nuestras ciudades o reducir ese placer a un pequeño paseo de vez en cuando por la playa o por el campo?. Pensemos un poco en lo que nos conviene!!!!
Jaujac. Francia
Zieleniecka street in Warsaw
Foto: Fernando Alonso García
